Atrapada por el torbellino de la creación, Araceli Vega y Álvarez en esta ocasión es infiel a la tierra y a la piedra, para sucumbir a la calidez de la madera.
Pero importa cuál sea la madera. La que tiene historia. La que ha sido olvidada porque se la creía muerta, la rechazada, la desterrada.
Las manos de esta artista heteróclita salen entonces al encuentro de esta materia, la esculpen y se convierten en reveladoras de las almas aprisionadas en sus venas.
Paciente, a la escucha de los murmullos de este elemento, la artista conversa, libera. El espíritu de la madera alcanza su plenitud bajo sus dedos, toma forma, vuelve a tomar vida.
Es este diálogo con el alma de las cosas lo que la artista expone hoy. Un trabajo que ella considera como el más logrado, la esencia misma de su sentido creador. Porque sugiere en vez de decir, porque estos lazos de nudos, estos meandros, estos laberintos venosos nos afectan y nos acercan al centro de nuestra intimidad, el de la percepción sensible, sensorial.
Porque la “soledad del artista” no es una fatalidad, Araceli agudiza el oído y nos desvela los secretos de estas cepas que hasta ahora carecían de sentido a nuestros ojos.
Muestra aquí un regreso a las fuentes de la creación, a las raíces de la vida.
Angéline Falaise
Comediante